lunes, 25 de octubre de 2010

Los Cementerios en Agudo

Aprovechando  la cercanía del Día de Todos los Santos o Halloween, voy a hablar sobre los  los enterramientos en Agudo. 

La fuente de la que he obtenido los datos es el Libro de Defunciones del Archivo Parroquial, que como comenté anteriormente, comienzan en 1621 y continuan de forma ininterrumpida hasta nuestros días. 

La palabra cementerio significa lugar de descanso y viene del griego Koimeterion, como lugar de los que duermen o dormitorio. Ese es uno de los motivos por los que decimos "descansen en paz"  (D.E.P y R.I.P.). A mi por lo menos me gusta más este significado de Cementerio que el de Necrópolis ("Ciudad de los Muertos") y también prefiero una sepultura , frente  a otros como Sarcófago ("que come carne").


En España, como en otros países europeos, era una regla consagrada por la tradición sepultar los difuntos en el interior de las iglesias, o en el atrio, muy cerca de ellas, pues quedaban así bajo la protección inmediata de Dios. También influye el reforzamiento teológico del Purgatorio, período de la vida ultraterrena en donde las penas por cumplir  podían redimirse  y abreviarse por medio de oraciones. Además, se pensaba que los enterramientos en el interior de los templos hacía mas efectivos los sufragios, al facilitar el recuerdo de los muertos y favorecer la intersección de los santos. En algunos lugares había también un cementerio exterior adosado a los muros del templo, en el interior de las poblaciones. Pero estos cementerios eran menos utilizados. Por este motivo, al menos hasta finales del siglo XVIII, las iglesias estaban pavimentadas de tumbas y toda su superficie era un cementerio.

A finales de la Edad Media, los cristianos recibían sepultura en su iglesia parroquial envueltos en un simple sudario, sin ataúd; los adultos boca-arriba, con el cuerpo estirado; los niños de lado, en la posición de dormir.

Un entierro digno era una preocupación en el ánimo de las personas. De hecho, una de las formas de garantizarlo era el acceso y pertenencia a una Cofradía. El transporte del cuerpo se llevaba a cabo colocando el cadáver sobre unas andas de la parroquia o propias de alguna cofradía , cubiertas con un paño negro. Éstas enterraban a sus cofrades, como una actividad más. Vemos como en los testamentos, los difuntos dejan a las cofradías donaciones en metálico o en especie, como por ejemplo cera.

De forma genérica, dentro de la iglesia y otros edificios religiosos los personajes mas importantes ocupaban espacios privilegiados: capillas privadas, criptas o bóvedas excavadas en muros y suelos. La nave central se reservaba para categorías religiosas y familias reales. 

En muchas Iglesias al hacer trabajos de restauración, se ha levantado el suelo y se ha observado la disposición original de las sepulturas. En otras iglesias, aun es posible ver en el suelo las lápidas. 

En esta foto, se ve el encajonado de sepulturas en la parroquia de San Anton  en Bilbao, que nos sirve de ejemplo para este artículo.

Los primeros registros de defunción, son relativamente escuetos en cuanto a la información que facilitan. A medida que van pasando los años, y tras recibir una visita, los párrocos van añadiendo más información, como por ejemplo, el número de misas que compra el difunto por su alma y la de sus familiares. 

Este dato, el número de misas, ya por si solo, nos ofrece una información muy interesante sobre la naturaleza del personaje y su situación económica. Una media del número de misas podría estar sobre unas 20 (depende del momento que se estudia), y cuando vemos algún registro por encima de 200, ya indica el estatus.

A partir de mediados del siglo XVII, aparece la descripción del lugar donde se da sepultura. Y vemos como indican los Tramos  y Sepulturas. He estado analizando bastantes años, y he llegado (de momento) a las siguientes conclusiones.

Hasta finales del XVIII, y salvo pocas excepciones, la mayoría de los enterramientos se producían en la Parroquia de San Benito Abad. He contado 14 tramos y en cada uno de ellos, 21 Sepulturas.

Obviamente, el tramo 1 es el más cotizado por estar más cercano al Altar, y el tramo 14 sería el más "económico".  El tramo 1 también es donde se entierran los sacerdotes de la parroquia. 
Como dato curioso, he visto en un registro, que una persona fue enterrada en la última sepultura del tramo 11, que está junto a los órganos  (hay constancias de al menos dos órganos en la Iglesia parroquial de San Benito Abad).

En total, son unas 294 sepulturas en el interior de la Parroquia de San Benito Abad.

 Siguiendo con estas suposiciones, si cada sepultura tiene unas medidas de unos 2 metros de largo por  unos 0,80 cms de ancho, nos da una superficie de 476 metros , unos 30 metros de largo por 17 de ancho . Y podría ser así:

A principios del siglo  XVIII, junto al dato del  tramo y la sepultura, aparecen dos expresiones: 
 de Puertas Arriba y  de Puertas Abajo

He estado comprobando , que de Puertas Arriba incluye los tramos de 1 al 9, y Puertas Abajo, del 10 al 14.
A lo largo de esta centuria, desaparecerá el dato del tramo y la sepultura y solo aparecerá: Arriba o Abajo. Más adelante se añade también : sepultura de cuatro reales y de ocho reales.

Muchas de estas sepulturas son en propiedad, no importa el tramo en que se encuentre y pertenecen a una determinada familia, por lo que el fallecido pide en su testamento que se entierre en determinada localización.

Algunas de las personas que se encuentran "descansando" en el tramo 1 son:

- Alonso Camacho, sepultura 21, 1670
- Doña María Muñoz del Arco, con ataud, 1671
- Don Juan Sánchez del Abad, sepultura 23, 1671
- Gumersindo de la Rubia, sepultura 9, 1674
- Francisco Redondo, sepultura 3, 1709
- Francisco Diaz de Arellano, sepultura 1, 1710
- Lorenza de Yegros, sepultura 20, 1711

En el tramo 2, se encuentra un noble irlandés, Capitán de la Compañía de Corazas de las Guardias de su Alteza  ,llamado  Don Cristobal Nufensio (1664) y en el tramo 15, sepultura 3, su criado Dionisio, un soldado irlandés que falleció 13 días después.

Los pobres de solemnidad, que estaban acogidos en el Hospital de Agudo, también recibían sepultura, pero en tramos finales, generalmente. Las Cofradías y el Hospital corrían con los gastos.

También hay muchos casos que en la misma sepultura se enterraba en el mismo día, una vez que estaba abierta, a una persona adulta y a un párvulo o criatura. 
       
A pesar de las disposiciones, en las Iglesias se descuidaba el estado y aspecto de las sepulturas. Los suelos levantados a causa de sepulturas sin igualar ni enladrillar después de reabiertas, con el consecuente hedor y falta de higiene fueron continuamente denunciados. 


En 1781, y a propuesta del Conde de Floridablanca, el Consejo de Castilla comenzó las diligencias para informar sobre el restablecimiento de cementerios. Hubo un debate científico en torno a las ideas ambientalistas de la época. Los obispos de Extremadura se manifestaron contrarios a la propuesta, fundamentalmente por razones económicas. Para el caso extremeño, se puede estudiar en el Interrogatorio de la Real Audiencia de 1791. Solo 22 localidades de las 345 estudiadas habían iniciado unos años más tarde, algún trámite, mientras que 236 preferian seguir con sus enterramientos en las iglesias.

A partir de la epidemia de 1781, en Pasajes (Guipúzcoa), debida al "fedor intolerable que exhalaba la parroquia por los muchos cadáveres sepultados allí", se da la voz de alarma. La iglesia era el foco de la epidemia


La promulgación de la Real Cédula de 3 de Abril de 1787 sobre "Restablecimiento de la Disciplina de la Iglesia en el uso y construcción de cementerios, según el Ritual Romano, fue una de las iniciativas legales que adoptó la monarquía borbónica en materia sanitaria.  Se veía como una reforma fundamental para la salud pública. Es el primer intento de construcción de recintos dedicados a la recepción de cadáveres. Prohíbe los enterramientos intramuros, ordenando la construcción de cementerios fuera de las poblaciones.

Esta Disposición no es sino consecuencia de la constatación de los efectos de las epidemias acaecidas en varias localidades, para evitar los daños por una posible infección u otras causas a las que pudiesen exponerse los vivos, respirando el aire impuro y mezclado con los efluvios de los muertos.


Hasta finales del Siglo XIX con los logros de la medicina y de la bacteriología, se consideraba que las enfermedades se transmitían directamente de unas personas a otras o que se propagaban a través del aire. Creían que la salud dependía de alguna manera del entorno físico y consideraba importante las influencias medioambientales: aires, aguas y lugares.

En este contexto es importante el concepto de miasma (en griego mancha) , el aire corrompido que pasaba a la sangre y producía la enfermedad.  La explicación miasmática de la enfermedad cobró gran importancia durante el setecientos y sirvió de fundamento para que las autoridades decidieran intervenir sobre los factores y circunstancias ambientales que entendían causantes de enfermedad.  Se decide actuar en: saneamiento de pantanos, lagunas y marismas; alcantarillado y limpieza de calles; ventilación de edificios públicos (hospitales, orfanatos, cárceles, etc) y , los nuevos sistemas de enterramiento. Para los reformadores sanitarios del siglo XVIII era fundamental limpiar de impurezas la atmósfera. 

El crecimiento demográfico y el incremento de las defunciones hizo que en muchas iglesias aparecieran problemas de espacio, al quedar los templos pequeños  para dar cabida a todos los difuntos de una parroquia. Las losas que cubrían los enterramientos no estaban cimentadas, dado el continuo movimiento de cadáveres (lo mismo ocurría en las iglesias con los suelos de madera). Las condiciones de insalubridad se agravaban durante el periodo estival, al acelerarse el proceso de descomposición. Esta insalubridad era aun mayor si no se observaban ciertas precauciones, como era la profundidad de las fosas, el uso de cal viva, el cierre mediante losas de las sepulturas y la prohibición de que no se reabrieran hasta que no hubiera pasado cierto tiempo. 

A esto se unen otros factores, como las grandes cantidades de cera que se quemaban, la humedad, la escasa ventilación o el hacimiento de fieles. El hedor de los cadáveres envolvía todo el templo. 

Esto se fue convirtiendo en un gran problema, por lo que surgen opiniones de construir los cementerios fuera de las ciudades. Y es en este contexto donde se emite la Real Cédula dictada por Carlos III en 1787.

La Ordenanza resultó más teórica que práctica. No se daban pautas para la construcción de cementerios ni reglas concretas para su ubicación. Solo proporcionaba recomendaciones para situar los cementerios cercanos a ermitas, en lugares amplios y ventilados.

A lo largo del XIX, en 1806, 1833, 1834 y 1840, hay otras Órdenes Reales recordando la prohibición.  Hasta después de la Guerra de la Independencia no se producirán enterramientos en el exterior de las iglesias. En 1857, aunque se vuelven a prohibir los enterramientos en el interior, sigue habiendo mas de 2.000 de poblaciones que no disponen de cementerio.

En Agudo, vemos que durante un corto periodo de tiempo, en 1797, las funciones de la Parroquia de San Benito las asume la Ermita de Nuestra Señora de la Estrella  que está extramuros de la villa, y los enterramientos se producirán alrededor de la Ermita.

La situación a lo largo del siglo XIX va empeorando con los brotes de cólera y será finalmente tras la gripe de 1918, y que provocó una tasa de mortalidad muy alta, cuando se generalicen los cementerios en el exterior de las ciudades y estén totalmente regulados.

El cementerio "nuevo" de Agudo data de 1927.

La información que se puede obtener de los Archivos Parroquiales es tremenda, de hecho, estoy preparando varios artículos que iré sacando a medida que vaya ordenando los apuntes y documentando los hechos. 

Fuentes:
Mercedes Granjel y Antonio Carrera Panchón, "Extremadura y el debate sobre la creación de cementerios: un problema de salud pública en la ilustración", Universidad de Salamanca, Norba Revista de Historia, Vol. 17, 2004,pág 69-91.

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