Historia de Agudo

Historia de Agudo (Ciudad Real)
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sábado, 14 de julio de 2012

Los excesos de Don Vicente Ortiz de Salceda

Uno de los Hidalgos que mencioné en la entrada anterior era Don Vicente Ortiz de Salceda, natural de Herrera del Duque y residente en Agudo desde 1666, como podemos ver en el pleito que figura en la Chancillería de Granada y donde  posiblemente estaba reclamando un cargo concejil.
Don Vicente Ortíz de Salceda y Velarde contrajo matrimonio en Agudo el 10 de Agosto de 1671 con Doña Gabriela del Arco Coronel de Agudo. Sus padres eran don Antonio Ortiz de Salceda y Doña Lorencia Morillo y Velarde, ambos de Herrera del Duque.Los padres de doña Gabriela eran el Licenciado Don Diego del Arco y Serrano y Doña María Coronel Pizarro, una de las familias más importantes de Agudo. 

 
Fruto de este matrimonio fueron los siguientes hijos, todos nacidos en Agudo: Gabriela (1673), María Alejandra (1678), Lorenza María (1679), Magdalena (1681), Teresa Lorenza (1687) y Diego Antonio (1689).

Tradicionalmente, la familia de Don Vicente era fiel servidora de la Casa del Duque de Béjar, siendo su padre y sus tíos pajes del dicho Duque. Su tío don Diego fue Contador Mayor y luego Gobernador en la Villa y Condado de Belalcázar, su tio Vicente se fue a Indias y su padre, al igual que su abuelo, fue Alcaide de la fortaleza de Herrera del Duque.

Miguel Fernando Gómez Vozmediano publicó un artículo en el número 26 de la revista "Agudo Taurino" (Nov. 1995) que trataba de las tropelías y abusos que cometió Don Vicente Ortiz de Salceda al amparo de su estado de hidalgo y de su poderío económico. He actualizado algunos datos sobre nuestro personaje que complementan el estudio de Miguel F.


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"Miembro de una familia de hacendados rurales afincada en Agudo ,el temple que se le suponía como parte integrante de la élite lugareña le condujo con demasiada frecuencia al margen de la ley, haciendo gala de una permanente insumisión a la justicia local, compartándose en todo momento y lugar de manera violenta."

Corría el año del señor de 1677 cuando tiene lugar su primer choque con la justicia. Discutiendo con el alcalde ordinario Diego de Montano, no duda en ofenderlo de palabra y de resistirse a sus requerimientos, defendiéndose con denuedo al desenvainar la daga que solía portar. El hidalgo escapa a los alguaciles, amenazando de muerte con un arcabuz al escribano que llevaba su causa, cuando  se encontraba en descampado, exigiéndole la devolución del dinero que le había dado.

La máxima autoridad comarcana, el alcalde mayor de Agudo, juzgó la causa de desacatos a la justicia del joven caballero "llevado de su altavez y sobervia". Sin embargo, dada la importancia del acusado, el proceso se saldó con un destierro voluntario que el reo nunca cumplió.

Poco tiempo estuvo en paz y sosiego el animoso don Vicente Ortiz, ya que hacia 1679, tuvo otra violenta pendencia, esta vez con don Agustín de Herrera, familiar del Santo Oficio de la Inquisición.
Una noche de julio de 1683, acompañado por su hermano y un amigo de Herrera del Duque, fue a casa del párroco local frey Francisco de Aguilera para obligarlo a cumplir el testamento de su cuñado difunto. Por entonces había alcanzado la dignidad de alcalde ordinario  de Agudo (cargo honorífico que le permitía compartir la administración de la justicia en la villa), monstrándose tan poco respetuoso a la ley como siempre "seguro de que no se le ha castigado en semejantes excesos".

Cansadas las autoridades de aguantar sus desmanes, le envían un preceptivo auto de prisión mediante un escribano y su criado. No contento con hacer caso omiso a la diligencia judicial, a las 12 de la medianoche deben ir a su casa unos mozos armados con espadas para prenderlo en nombre del Rey. Al tratar de maniatarlo con un cordón topan con la firme oposición del hidalgo, quien exclama "!Voto a Cristo que sois un ladrón, vos y el médico don Jaime de Lloves!.

Encarcelado , poco más tarde sale de la celda en la que estaba recluído "con su capote, montera y espada debajo del  brazo", amenazando con asesinar a sus captores "aunque se escondieran en toda la redondez de la tierra", entre los lloros y sollozos de la mujer e hijas del infortunado guardián, atemorizadas por sus bravatas.
Don Vicente, consciente de las posibles represalias que le aguardaban, mandó a su criado a recoger sus bueyes al molino, en un momento en que el pueblo, cansado de soportar sus abusos, pretende quemar su hacienda y casas, convocándose los corrillos en la puerta de la iglesia al tañir de sus campañas.

Desconocemos en qué quedó este particular Fuenteovejuna, pero lo cierto es que , en diciembre de 1683, era requerido por el ayuntamiento para que diese cuenta de los padrones y repartimientos fiscales que habían quedado a su cargo. De nuevo, hace caso omiso a las advertencias del capítulo, pero el concejo sólo osa prender a su compañero en el oficio, Pedro Martín de Quintana, y embargar los bienes al prófugo.

El patrimonio confiscado a don Vicente Ortiz da buena cuenta de su poder económico en la villa. Posesía una casa en la calle que de la fuente pública iba al hospital, así como otra vivienda en la calle Mayor; tenía también en propiedad una cerca en el paraje del Olivo y una viña en la Puentezuela. Su hogar albergaba el ajuar típico de un acaudalado rural: dos arcas grandes de pino, cuatro sillas negras, un bufete grande de nogal, una cama de nogal bronceada, un colchón bueno, una jerga nueva, dos sábanas y una colcha de nudillos, una delantera de red, cuatro escudillas negras y un pabellón (tapiz) colorado.

Huído de los minitros de justicia, se refugia en la iglesia parroquial de Agudo durante todo 1684, abandonando el templo para pasear con toda impunidad por el pueblo. Por entonces era enjuiciado con todo rigor su carcelero por permitir la fuga del inculpado.

Para atajar tal desorden, será reclamado don Pedro de Ayala y Rojas de Castilla, gobernador de Almadén. Este juez comisionado puso en cintura al poscrito mientras estuvo en Agudo, imponiéndole una severa multa y amonestándole por su mala conducta.

No obstante, parece que este correctivo tampoco hizo mella en el envalentonado hidalgo, ya que en julio de 1689 era enviado preso a la Chancillería de Granada por agredir a su paisano Agustín de Herrera en plena misa mayor, enzarzándose en una pelea  por ocupar un sitio preferente durante los divinos oficios matinales y alborotando a los feligreses "echando por vidas, provocando con injuriosas voces a muchos de los que se hallaban presentes" , escandalizando al pueblo.

Ésta sería la gota que colmó el vaso, ya que por entonces tomó cartas en el asunto el Consejo de las Órdenes Militares, enviando desde la Corte a una partida de soldados para someter al indómito don Vicente. Para atajar su trayectoria de transgresiones continuas, atendiendo a lo bien emparentado del reo (por lo cual toda pena infamante habría revertido en deshonra de su familia), se acordó desterrarlo por unos años.

Poco después Don Vicente regresará a Agudo,  donde  falleció el  l4 de Abril de 1706.


Fuentes:

- Miguel Fernando Gómez Vozmediano, Revista Agudo Taurino, num. 26 1996.
- Archivos Parroquiales de Agudo

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