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Por Isabel Cabrera
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La costumbre, seguida
por los auroros, de entregar una estampa a los miembros de la
hermandad ha posibilitado la pervivencia de una representación de
la antigua Virgen del Rosario que se destruyó en el verano de 1936.
La observación
atenta de la fotografía permite percibir cierta discordancia en lo
que, a primera vista, parece una obra unitaria. En principio, la
postura que presenta la figura de la virgen no parece adecuada para
sujetar un niño sobre el brazo o no es, al menos, la que suelen
mostrar otras esculturas de “vírgenes con niño.” En segundo
lugar, el infante ostenta un porte muy característico de “niño
en la cuna” que, de otro modo, no parece acoplarse muy bien al
brazo. Finalmente, ambas figuras, niño y madre, se presentan muy
poco cohesionados en la talla, lo que implicaría una mayor
fragilidad del conjunto e incrementaría las posibilidades de
ruptura. Las razones apuntadas nos llevaron a revisar la
documentación conocida sobre la cofradía de Agudo, así como las
establecidas en otras localidades de Andalucía, Extremadura y
Murcia, fundamentalmente, donde hallamos algún dato que, así lo
hemos creído, parecen confirmar la posibilidad de que la talla
original careciera de criatura.
Aunque las cofradías
rosarianas se originaron en el siglo XV, será tras la batalla de
Lepanto (1571), en la que la victoria española fue atribuida a la
intercesión de la Virgen del Rosario, cuando incrementen su
popularidad. Dos años después, en 1573, el papa Gregorio XIII
instituyó su fiesta el primer domingo de octubre y un seis de mayo
de mil quinientos setenta y cinco se constituyó la Hermandad de
Nuestra Señora del Rosario en Agudo, según consta en su libro
cancelario conservado en el archivo parroquial. No conocemos ningún
documento de esta fecha que avale la existencia de una representación
de la virgen titular, aunque una ilustración de la imagen arrasada
en 1936 facilitaría su datación en un momento no demasiado lejano
al del establecimiento de su cofradía. La estampa que se conserva no
tiene calidad, por lo que no resulta fácil apreciar los detalles,
aunque parece evidenciarse cierto aire renacentista; así mismo, el
hecho de que la efigie fuera una talla de bulto redondo y contara con
algún tipo de vestimenta ya en la primera década del siglo XVII
pudiera estar avalando una fecha más temprana para su ejecución.
El antiguo camino Córdoba-Toledo, muy transitado en esa época,
debería orientar sobre los talleres viables en los que podría
haberse ejecutado, aunque la cantidad de veces que los documentos
aportan anotaciones sobre compras de ornamentos religiosos en Toledo
abogan por esta ciudad.
En la visita que
realizó un prior de la orden de Santo Domingo en 1608 se anotó lo
siguiente: …señalo por imagen de la dicha cofradía, la que de
su mano han vestido y por su altar el que la dicha imagen tiene que
está al lado de la sacristía… De la cita parece deducirse que
la imagen es anterior a la inspección del dominico, lo que no debe
resultar extraño si se tiene en cuenta que, en el momento de la
visita, la cofradía contaba ya con treinta y cuatro años. También
cabe suponer que usaba algún tipo de vestimenta, aunque es en los
inventarios posteriores, contenidos en el libro cancelario, donde se
incluyen más detalles al respecto. El inventario incluido en la
visita realizada por la Orden de Calatrava en 1631 menciona un
vestido de brocatel de color carmesí (ropa, saya y manto con
mangas), otro vestido de raso blanco (manto, ropa y delantera de saya
de color carmín), otro manto y delantera de saya de raso azul, una
corona de plata y dos rosarios que tiene puestos nuestra señora,
pero no anota ningún tipo de indumentaria o alhajas para un párvulo.
El inventario de 1765
detalla también algunas vestiduras destinadas a la virgen, aunque
cabe destacar una anotación bien curiosa: un niño que tiene para
su brazo, de lo que cabe deducir que el mentado niño no forma
parte de la talla principal; así mismo, se consignan una enagüita,
dos mantillas con encaje de oro y plata y un mandil de lana con
encajes, aunque no se especifica quién los viste.
Otros documentos, los inventarios parroquiales, revelan que la imagen
de la virgen era una talla con un niño en brazos (1925), que había
sido restaurada en 1889. Con estos datos cabe creer que, al menos,
desde mediados del siglo XVIII el modelo iconográfico que
representaba a la Virgen del Rosario sujetaba un niño sobre el brazo
y, tal vez, la restauración de 1889 pudiera haber tenido en cuenta
algún tipo de sujeción más segura para el infante, proporcionando
al grupo escultórico la apariencia que exhibe en la fotografía.
Aunque el modelo de
virgen con niño está muy generalizado, se han utilizado varios
modelos iconográficos en la representación de la Virgen del Rosario
de la Aurora y, parece ser que en la provincia de Granada predomina
el tipo de virgen entronizada, como Reina del Santo Rosario. Además
de otros complementos que caracterizan a las imágenes granadinas,
interesa destacar el cetro y el banderín con el anagrama de María
ya que el acto de asir cada uno de estos emblemas exige para las
manos y los dedos una postura muy característica, que se asemeja en
buena medida a la que presenta la desaparecida escultura de Agudo.
Carecemos de cualquier evidencia sobre cetro y banderín, pero en el
inventario de 1631 se mencionan dos rosarios, que tiene puestos la
Virgen, y parece más natural mirar la estampa e imaginársela con un
rosario en cada mano, que con el niño con el que la vemos.
Ya en la visita de
1608 se afirma que su altar estuvo situado al lado de la sacristía y
allí permaneció hasta que, durante la reforma realizada en 1975, en
tiempos del párroco D. Magdaleno, se cambió al lugar que ocupa en
la actualidad. Del retablo antiguo no se conocen muchos datos, en las
cuentas de 1711 consta que lo hicieron Juan Serrano Montes, el Mozo y
Blas Serrano, su primo, que valió 2.200 reales, un toro y tres
libras de cola (12 reales). En el balance de 1717 se indica que
dorarlo costó 1420 reales, fue obra de Andrés de la Peña, dorador,
el oro y otros materiales importaron 1984 reales, y tuvieron que
vender treinta cabras y una viña para hacer frente a los gastos,
pues el dinero no les alcanzaba ˗por supuesto, el día que pusieron
la Virgen en el altar hicieron una celebración con pólvora, música,
misa y vísperas que alcanzó otros 175 reales˗. Los inventarios
parroquiales de fines del XIX y comienzos del XX especifican que se
trata de un retablo churrigueresco, todo dorado, con grada, mesa,
ara consagrada y sagrario con cortina y sacras forradas de lata y
pintadas de blanco, y debió estar formado por dos cuerpos, el
inferior con tres calles y el superior con una, a tenor de los santos
y nichos que los cobijaban. Al menos dos de las hornacinas, la de la
Virgen del Rosario y la de San Juan, estaban protegidas con un
cristal en 1925. Santa Catalina ocupaba el hueco superior.
Entre 1663 y 1684, se
hizo una corona de plata para la Virgen que importó 1.100 reales (no
se menciona corona para niño y la madre ya poseía corona en 1631),
y una lámpara del mismo material (3.089 reales) en Toledo. El siglo
XVII fue, a tenor del libro cancelario, el momento de mayor esplendor
de la cofradía, que contó con un capital en tierras y ganado lo
suficientemente importante como para costear unos actos cultuales y
lúdicos muy señalados en la localidad. Con el nuevo siglo llegarían
los mandatos del arzobispo toledano que pretendían imponer unas
actuaciones más devocionales y menos festivas, aunque solo
consiguieron disminuir la popularidad de unas asociaciones ˗la
decadencia también se detecta en la Hermandad Sacramental˗ que
habían conseguido aunar a la mayor parte del vecindario en los
comienzos de la Edad Moderna.
Un repaso a los
textos que conservo sobre hermandades de auroros corrobora que Agudo
es uno de los escasísimos lugares donde se conserva una
documentación bien amplia de la cofradía, contenida en su libro de
cuentas que abarca desde el momento de su fundación hasta 1825,
además de un conjunto de coplas, compiladas en dos libros que,
seguramente, no tienen parangón. Proteger todo ello y transmitírselo
a las siguientes generaciones debería ser un objetivo de toda la
población, pues ha sido el celo de aquéllos que nos precedieron lo
que ha posibilitado que hoy tengamos acceso a esta información.
Finalizo con las
palabras que el doctor Romero Mensaque, seguramente la persona más
versada en temas rosarianos de todo el país, dedicó a los auroros
de Agudo (Romero Mensaque, 2012): …debe mencionarse a la
Hermandad de la Virgen del Rosario de Agudo (Ciudad Real), antigua
cofradía dominica desde finales del siglo XVI, cuyos hermanos
mantienen el antiguo Rosario de la aurora con todo su ritual,
saliendo a las cuatro de la mañana y culminando el rosario con la
misa de alba.
Bibliografía:
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Juan: “Cofradías rosarianas en la Córdoba del siglo XVIII: las
hermandades de Nuestra Señora de los Afligidos y del Auxilio.”
Instituto de Estudios Almerienses. Biblioteca Electrónica.
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-Romero Mensaque,
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-Romero Mensaque,
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documentos para su estudio.” Instituto de Estudios Almerienses.
Biblioteca Electrónica.
-Ruiz Fernández,
José: “La conversión de la Virgen del Rosario en Virgen del
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Almerienses. Biblioteca Electrónica.
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